«Creo que ningún ser humano ha pasado un mes como el que hemos pasado nosotros (…) Llevamos cuatro días sin poder salir de la tienda y la tempestad sigue aullando a nuestro alrededor. Estamos débiles y resulta difícil escribir (…). Las cosas se han puesto en nuestra contra y, por lo tanto, no tenemos motivos para quejarnos, sino que aceptamos los designios de la Providencia (…). Pero si estamos dispuestos a entregar nuestras vidas en esta empresa, que es en honor a nuestro país, ruego a nuestros compatriotas de que quienes dependen de nosotros sean debidamente atendidos (…). SI hubiéramos vivido, habría podido contar una historia que hablase de la audacia, la entereza y el coraje de mis compañeros, que habría conmovido el corazón de los ingleses. Tendrán que ser estas improvisadas notas y nuestros cadáveres los que la cuenten (…). Es una pena, pero creo que ya no puedo seguir escribiendo. Por el amor de Dios, cuidad de los nuestros».

Éstas son algunas de las últimas anotaciones del capitán Robert F. Scott (1868-1912), poco antes de morir congelado con sus compañeros en una tienda de campaña, en condiciones espeluznantes en la Antártida, en la vuelta de su frustrado intento de acceder los primeros al Polo Sur, algo que nadie había conseguido hasta esa fecha. Cosa que no logró, como se sabe, ya que el explorador noruego Roald Amundsen lo había conseguido un mes antes (más información sobre esta auténtica epopeya en https://as.com/masdeporte/2021/12/13/reportajes/1639386203_572304.html).

¿A qué viene esta reflexión? Retomando la pregunta que nos hacíamos acerca de si la IA sería capaz de escribir su propio «Vida y Maratón…» en https://www.vidamaraton.com/podria-la-ia-escribir-vida-y-maraton/ y https://www.vidamaraton.com/podria-la-ia-escribir-vida-y-maraton-parte-2/, esto nos lleva a una segunda pregunta derivada: ¿tendrán para nosotros, los humanos, el mismo valor las manifestaciones realizadas por una persona, una persona de carne y hueso, que las generadas por la IA? Dicho de otro modo; ¿nos conmoverán del mismo modo las palabras de alguien que ha vivido, sufrido y muerto de forma real, como es el caso de Scott, que un contenido formalmente igual de patético generado por la IA según las instrucciones de un prompt tipo «genera las últimas líneas de un diario de alguien que va a morir en condiciones penosas»? Esta pregunta tiene sentid, claro, siempre que sepamos la diferencia de cuál es el contenido generado por un humano, en base a una experiencia real, como la que nosotros mismos pudiéramos experimentar, frente a un contenido artificial, articulado por un mero generador de exposiciones artificiales, un compilador de experiencias ajenas, al fin y al cabo. ¿Existirá algo así como una especie de «solidaridad de especie» que nos incline hacia lo humano? ¿O dará exactamente igual? ¿Hacia qué sensibilidad nos encaminamos?

Por supuesto, no hablo de contenidos técnicos, de compilación de datos, de relación de información. De potencia computacional, en suma, sino de algo más sutil, y en contenidos (vivenciales, artísticos…) donde entran en juego otros valores.

Lo mismo cabe decir respecto a manifestaciones artísticas, que por su naturaleza son ficticias. Pero con una biografía, con una vivencia, real detrás: la de su autor o autora. ¿Puede generarnos la misma emoción una canción generada artificialmente por un algoritmo que, por ejemplo, Bob Dylan hablando de las sombras de la vejez en «Not Dark Yet» (https://www.youtube.com/watch?v=FJ1bzKISLBw)? ¿Puede generarnos la misma emoción leer el estremecedor «El Hombre en Busca de Sentido» de Vicktor Frankl o las «Meditaciones» de Marco Aurelio, que un contenido similar generado artificialmente? El primero desgranaba sus reflexiones en el terrible escenario de su cautiverio en Auschwitz, durante 3 años de la Segunda Guerra Mundial; el segundo, emperador del Imperio Romano, reflexionaba, en realidad para sí mismo, en su tienda de campaña en algún remoto lugar de Germania, a donde había acudido a combatir a los bárbaros con sus legiones. Dos experiencias reales, dos testimonios reales nacidos de dos vivencias.

¿Hace falta más ejemplos? Estamos en un tiempo de incertidumbres, y el valor de los contenidos de la IA (como una de las facetas del propio papel de la IA en nuestro mundo) es una de ellas. No quizá la más importante, no es vital, pero, al menos a mí, si me hace reflexionar.

Retomando la pregunta inicial, la de si la IA sería capaz de escribir su propio «Vida y Maratón…», ya hemos visto lo que nos han contestado las herramientas más habituales, las gratuitas, de ahora mismo. Hay que encomiar su modestia. Por el momento, claro. Pero suponiendo que se hubieran animado a hacerlo, que algún día se animen, ¿tendrá el resultado el mismo valor que lo creado por una persona que haya atravesado esa vivencia? Y no me refiero al valor formal, gramatical si se quiere: me refiero al valor testimonial, de compartición de una experiencia vital propia, pasada por el tamiz de la propia humanidad de la persona que la ha experimentado.

La respuesta está en el aire, ya que antes hemos hablado del viejo Bob.