La disciplina nos hará libres

¿Cómo…? ¿Qué dices? Me lo expliquen… Por supuesto.

Primero, propongo deshacernos de un malentendido. Muchas veces se identifica equivocadamente la disciplina con figuras como las del clásico sargento chusquero gritón de la mili, de bigotillo y prominente barriga, que impone castigos de calabozo y de mondar montañas de patatas. ¡Ar!

Eso no es disciplina, o, si acaso, es disciplina de opereta. De sainete. Y no me refiero a ésa.

La verdadera disciplina es la que nace de cada cual, y que cada cual debe cuidar de alimentar. La que le hace ser el gobernador de su cuerpo y de su mente. La que le permite ser dueño de su comportamiento, en suma, y no el esclavo de sus emociones y pasiones. Que, como sabemos, van y vienen, suben y bajan.

En breve: la disciplina nos hace libres.

Esa es la disciplina que defiendo.

Por ceñirnos al maratón, cualquier maratoniano sabe que, sin disciplina, aparte de otras cualidades, no se pueden preparar ni correr maratones. Ni tampoco afrontar con mínimas garantías nada en la vida con una mínima exigencia, que es lo que realmente merece la pena. Para tomar una caña y echar la siesta valemos todos, vale cualquiera. Lo que vale, cuesta.

¿Qué es disciplina…? En maratón…

  • Combatir el lado malo que tenemos cada cual.
  • Estar dispuesto a mejorar siempre y en todo momento, abandonando viejos y malos hábitos.
  • Salir a entrenar a las cinco de la mañana, aunque caiga el diluvio.
  • Terminar el entrenamiento, aunque estemos cansados y con ganas de parar.
  • Terminar la carrera que se nos ha torcido, siempre que sea posible continuar, a pesar de saber que no conseguiremos el objetivo apetecido.
  • Alimentarnos sirviéndonos de los alimentos, y no sirviéndoles a ellos.
  • Comprometerse a no vivir amparado en la queja constante, y querer asumir las propias responsabilidades.
  • Seguir corriendo en el kilómetro 35 de la maratón, aunque queramos buscar la puerta de salida y desaparecer..
  • Volver al camino correcto cuando nos desviamos o nos equivocamos (todos pecamos).
  • Querer formarnos, siempre, en el talante de humildad de que no lo sabemos todo (ni mucho menos).
  • Renunciar y priorizar. Renunciar a lo que nos aparta del objetivo. Priorizar lo que nos acerca. Aunque a veces no guste.
  • Levantarse, una y mil veces, cuando nos caemos o nos tiran.
  • Aprender a aceptar que hay cosas que no dependen de nosotros, y otras que sí. Y que debemos centrar nuestro esfuerzo en estas segundas.

Es esto, y muchas más cosas. No siempre fáciles ¿Es necesario seguir?

Disciplina es hacer lo que toca, cuando toca.

Y siempre sabemos lo que toca hacer en cada momento, aunque a veces nos engañemos (o pretendamos engañarnos).

La disciplina nos hace libres.

Pero, por fortuna, la disciplina se entrena. Como cualquier músculo. Día a día, acción a acción, renuncia a renuncia. Forjando un carácter.

Que nos sirva para llegar a nuestros objetivos (maratones, o lo que sea…), con mayor facilidad y asiduidad.

Ése es el precio, ése es el peaje. Otra cosa es que queramos pagarlo. Ser disciplinados.

¿Queremos…? A ver…

¿Queremos correr una maratón?

Qué fácil…

Reformulamos:

¿Queremos hacer el esfuerzo para correr una maratón (entrenar 5 días a la semana, madrugar, alimentarnos convenientemente…)?

Seamos sinceros… ¿Queremos…? ¿Queremos prescindir de…?  En suma, ¿queremos hacer el esfuerzo para…?

Ah, eso ya es diferente, ¿verdad? Milagros, en Lourdes.

Pues una última buena noticia: cualquier cosa, cualquier objetivo, con disciplina, no sólo es posible… Es que es más fácil.

En resumen, la disciplina nos hace libres.

¡Larga vida a la disciplina, bien entendida!

«Siembra una Idea y cosecharás un Deseo; siembra un deseo y cosecharás una Acción; siembra una acción y cosecharás un Hábito; siembra un hábito y cosecharás un Carácter; siembra un carácter y cosecharás un Destino» (William James, psicólogo norteamericano, 1842-1910).